Entramos en la fase final de este relato… Tal vez una o dos entregas más para conocer el desenlace y lo que desencadenó.
Casi 20 años habían transcurrido desde la fugaz visita del sudafricano Kevin Carter, en marzo de 1993, al poblado de Ayod, donde obtuvo una de las estampas más icónicas y con más potencia de fuego moral del siglo XX. Apenas tres meses y medio después, dos boniatos españoles estuvimos en ese mismo lugar y enseguida percibimos lo que habría sucedido. No tenía la mayor importancia, pero, al año siguiente, Carter recogió su Premio Pulitzer y, seis días después, a su regreso, se suicidó con el monóxido de carbono de su propia camioneta en Johannesburgo.
Dejó una confusa nota en el asiento del copiloto donde hablaba de falta de dinero, de una angustia interior que le conducía a la muerte, de crudas imágenes grabadas en su retina en la lucha contra el appartheid y… ¡de la muerte de su amigo Ken Ooesterbroek! en una refriega en la que él no estuvo porque se marchó minutos antes para conceder una entrevista a una radio con motivo de la obtención del Pulitzer.
Adicto a las drogas, depresivo, abandonado por su mujer, anárquico y desordenado, escaso de dinero, alanceado desde muchas partes por reflexiones ignaras incapaces de entender aquello o deseosas de señalar por puro reduccionismo a un culpable que les liberara de una metáfora tan descomunal, sin su mejor amigo cerca… y recientemente encumbrado en NY como autor de una estampa ya imborrable del corazón de varias generaciones en todo el planeta. Un contraste vital que le debió resultar insuperable. La ‘mafia’ de opiniones moralistas se despeñó como una marabunta sobre él. Su propio suicidio resultó para muchos una prueba irrefutable de su ‘culpabilidad’… Ya no estaba para defenderse. Ni siquiera para hacerlo de la manera confusa y contradictoria en que lo intentó (¿lo intentó?) durante un año, añadiendo de ese modo gasolina al fuego de una hoguera inquisitorial dispuesta a abrasar su memoria por habernos trasladado una brizna de aquella mala conciencia insoportable. Luis Davilla y este boniato nos juramentamos, como quijotes, para desfazer un entuerto que ya amenazaba con convertirse en un mito, una leyenda indestructible, con una lección moral injusta y equivocada que lo condenaba al infierno. Pero… ¿y si Judas no había sido en realidad culpable? ¿Y si sólo se limitó a predicar ante el Sanedrín la doctrina del Maestro y se enfrentó a ellos sin miedo, como Él les había enseñado? ¿Y si fuese un malentendido de los evangelistas que también deseaban encontrar a un culpable?… Algo así, pongamos por caso.
Como en aquella ocasión, ya digo, el suicidio actuaría ya para siempre como un vago e impreciso reconocimiento de su culpabilidad. Cayó el telón. Luis y este boniato lo peleamos. A veces estuvimos hartos de repetir la misma historia. Hasta que…
…Hasta que cierto día de noviembre de 2011, un joven boniato, Alberto Rojas Blanco, armado de una tozudez y de un olfato periodístico impropio de estos tiempos, pensó una alucinación: ¿qué habría sido de aquella ‘niña’? ¿Vivió, murió… estará en alguna parte y estos dos boniatos españoles llevarán razón en su empecinado testimonio? Y decidió ‘visitar el sepulcro’ de Carter…
No todo estaba perdido. Diez mil gestiones de sabueso, el mordisco del pittbull-tigre y… ¡a por ello! Le habíamos dejado con un billete electrónico camino de El Cairo y Juba, en el Sur de Sudán.
En sus bolsillos llevaba un montón de incertidumbres, pero también un ‘clac’ que sonaba en su cerebro y del que un buen boniato debe aprender a no fiarse siempre, no siempre, no del todo (para evitar mayores riesgos). Un trabajo previo concienzudo que no desarmaba en ningún caso nuestra tesis (antes bien los argumentos no sólo eran lógicos –aunque la lógica en África ahogaría a Descartes y así se llama el blog de Alberto Rojas en Jot Down-, sino que también estaba avalada por la descripción del lugar que habíamos hecho y por la cantidad de gente que se movía en aquel sitio constantemente); una confianza casi ciega en el relato en el que yo le había asegurado cien veces que aquella ‘niña’ no fue devorada por el buitre (¡¡era imposible!!); y, cómo no, unos granos de miedo (imprescindibles e inevitables) que a buen seguro se disolverían de inmediato apenas pusiera los pies sobre el terreno y todos sus sentidos se vieran inundados por la catarata de la realidad circundante. Poco más.
En su memoria –que me desmienta o lo matice el propio Alberto, que anda por aquí, si lo considera oportuno- llevaría también las descripciones y algunas torpes reflexiones que este boniato había intercambiado con él en las semanas previas a su partida hacia Juba. Por ejemplo, ésta…:
<<De: J.M. Arenzana [jarenzana@telefonica.net]
Enviado el: domingo, 26 de diciembre de 2010 13:58
Para: Alberto Rojas Blanco
Asunto: Flashes sueltos
Joder, ¡qué pésima calidad tiene el scanner éste! Te mando una foto
hecha junto a dos adolescentes en el poblado de Leer: las chicas llevan pulseras hechas
con el metal de las balas que se encuentran en cualquier parte.
De aquellos días guardo en mi memoria estampas imborrables que, por alguna razón, deseo explicarte por si fuesen de alguna utilidad. Al menos servirán para que te hagas cierta idea de cómo actúa el horror sobre nuestras mentes y quizá comprenderás que no es lo mismo mirar una foto como la de Carter en frío, desde un salón confortable en Europa, que ver la propia imagen en vivo y en directo. Y quizá, por qué no, también servirá para que entiendas con lo que te puedes encontrarte allí. Rememoro de corrido algunas estampas grabadas en mi disco duro:
- Recuerdo a un niño en un poblado (seguramente en Leer), de unos diez años, sentado en el suelo y con un tajo en el pie que se lo había dejado como un colgajo. El niño no lloraba y sólo me miró con gesto de angustia y las lágrimas saltadas al pasar caminando junto a él. Te lo juro: ni se me ocurrió pararme a preguntarle qué había sucedido ni traté de aproximarle al dispensario situado a 50 metros de allí. Supongo que imaginé que alguien se haría cargo de la situación.
- En el dispensario cercano, una joven de unos 30 años, sentada a la puerta, en el suelo, trataba de taparse tímidamente la parte inferior del rostro con un velo de colores cada vez que Davilla intentaba enfocar su cara: había perdido la mandíbula inferior al completo (¿tal vez una bala?) y lucía toda la garganta al aire, donde las moscas trataban de apelotonarse. ¿Cómo podía comer aquella mujer? No lo sé. ¿Cómo podía vivir así?
- Un anciano, sentado en el suelo, al que me aproximé, se mostraba absolutamente maravillado al ver que me encendía un cigarrillo sacando un palito de una pequeña caja y frotándolo contra un lateral. ¡No podía creerlo! Lo mismo me pasó con muchos niños (los niños te siguen a todas partes en lugares así, encantados de tocar tu piel blanca y asombrados al contemplar que tienes pelos en los brazos: no lo pueden creer).
- Los niños no sólo te siguen a todas partes donde vayas, sino que se disputan cualquier cosa que arrojes al suelo. Por ejemplo, una cajetilla vacía de tabaco.
- En uno de los poblados, quizás en Ayod, encontramos a dos adolescentes que chapurreaban el español y que antes de montar en la avioneta me preguntaron si conocía a Los Van-Van. No, no se referían a Kevin Carter y sus amigos sudafricanos, sino a ¡los famosos soneros cubanos! Al parecer, ellos dos habían pasado algún tiempo cerca de La Habana, enviados por alguna clase de organización internacionalista para estudiar. Típica actividad de los tentáculos del internacionalismo comunista cubano…
- Con muchas dificultades alcancé a entender, preguntando por señas a unos y a otros en los distintos poblados, las complejas relaciones sociales de estas tribus, muchos de cuyos individuos parecen vivir aún en la Edad de Piedra. Recuerda que se maravillaban de ver surgir una llama entre mis dedos al encender una cerilla o un mechero. Por lo que entendí entonces, las tribus Nuer y Torit, como muchas otras tribus del sur de Sudán, practican una extraña clase de poligamia que está bien documentada por
diversos antropólogos en distintas zonas del mundo. Consiste en que Pepito tiene una Primera Mujer (pongamos A), pero a la vez puede tener una segunda (B), una tercera (C), etc. Hete aquí, sin embargo, que B es la primera mujer de Juanito y C la segunda mujer de Pedro, mientras que A (la primera de Pepito) es a su vez la segunda mujer de Juanito… Y así sucesivamente hasta el infinito. Cada uno de ellos puede elegir pasar la noche con alguna de sus mujeres, pero desconozco qué clase de negociación se entabla para gestionar tales intercambios puntuales o si las mujeres pueden decidir algo a ese respecto. Bueno, ya ves que esto pudiera dificultar en algo o en mucho la localización de una niña moribunda hace 17 años pues los vínculos familiares han de ser necesariamente distintos a como los concebimos nosotros.
- Recuerdo, sin embargo, a una madre, en Ayod, que salió corriendo despavorida de una choza cercana, con los brazos en alto y chillando lamentos, hacia dios sabe dónde… Un expatriado, técnico en Agricultura, al que acompañábamos visitando unas incipientes plantaciones de maíz y sorgo en los alrededores nos dijo que el hijo de esa mujer acababa de morir y que sus lamentos se debían a eso. Al parecer, una víctima más de la malaria cerebral.
- Cientos de niños desnudos y sentados en el suelo de tierra, a pleno sol, esperan su ración de comida, con un plato naranja al lado, en el feed-center de Ayod. El silencio es absoluto. Nadie llora. Tampoco ríen. Muchos no tienen fuerzas para hacer ni una mueca. Ni para apartarse las pelotas de moscas que se acumulan en la boca, en las narices o en la boca del ano. (Ufff, disculpa, pero no creas que hago esto por alguna clase de exorcismo o por masoquismo. Son imágenes que he relatado en muy pocas ocasiones, pues después de las primeras veces de ponerlo negro sobre blanco en distintos reportajes comprendí que no causaban el efecto pretendido y sólo lograba producir algo parecido al asco. A nadie le interesan esos tétricos y desnudos detalles. ¿Tal vez a ti, que vas a ir, sí? No lo sé.)
- En esas filas, los niños ‘juegan’ a sacarle al que está situado justo delante (tal vez un hermano o una hermana) el gusano de Guinea que tienen depositado en el interior de las piernas y que les causa enormes heridas en tobillos y pantorrillas cuando los bichos pretenden salir. Tiran de a poco, con extrema delicadeza para que el gusano no se parta y para que las heridas no les termine de comer la pierna por completo.
- Cuando los más desnutridos tratan de ponerse en pie, ocurre lo que cuenta Carter en el documental: temblorosos, hacen un esfuerzo infinito para sostenerse en pie y arquean los huesos para guardar el equilibrio. Muchos de ellos tienen el ano desvencijado por las diarreas y una especie de tripa les cuelga por debajo de la rodilla. (Es atroz, otra vez disculpa).
– Ayod: Un anciano, al que creo muerto, bajo un árbol y semienvuelto en un lienzo, mueve inesperadamente un poco una de sus manos y comprendo que está en las últimas. Moribundo. Seguimos nuestro paseo, como si tal cosa, acompañando al técnico en Agricultura (creo recordar que era canadiense). Te mandaré alguna foto.
- Ayod: Por todas partes hay chozas con niños desnutridos, cabezas y barrigas abombadas, esqueletos vivientes, aparentemente sin solución. Y eso que el feed-center sigue estando allí al lado, a menos de 300 metros. El verdadero festín es de las moscas. Davilla procura componer sus fotos con algo de arte y retrata a un niño de meses, negro como mi pena, sobre un lienzo de color rojo intenso. Hay que convertir el horror en algo atractivo, que nos haga dirigir (y digerir) la mirada.
- En Kongor, al aterrizar, perdimos la oportunidad de grabar una imagen colosal. El piloto era sudafricano, blanco y de no menos de 150 kilos de peso, gorrita de béisbol blanca y un polo a rayas horizontales. Cuando descendimos del aparato miles de personas se arremolinaron junto a la pista de aterrizaje para vernos salir. Caminábamos hacia el cercano poblado y la multitud abrió un pasillo para dejarnos pasar a los cinco o seis desconocidos que acabábamos de llegar. Era como la llegada de unas estrellas de Hollywood a la ceremonia de los Oscar, pero, como siempre, sin apenas ruido, silencio casi absoluto entre los pantanales. En el lugar había una pequeña misión cristiana construida en ladrillo rojo. Todos habíamos descendido ya de la aeronave, menos el piloto, sin duda ocupado en echar una última ojeada a los instrumentos de vuelo. Al fin, por detrás nuestra, desciende el piloto con su caminar orondo y su gigantesca barriga de Budweiser. De repente, la multitud estalla en una carcajada fenomenal y se arma un revuelo impresionante. Los niños dan saltos de alegría, muchos se revuelcan por el suelo y todos lloran de la risa. ¡No pueden creer lo que están viendo! ¡Un tipo gordo como un Buda o como un luchador de Sumo! ¡Realmente existen!, debieron pensar.
- Las noches de luna llena, los jóvenes de las tribus suelen reunirse a tocar un tambor, o lo que sea, a las afueras de los poblados y cantan canciones. En Waat nos sumamos a la fiesta con unos veinte jóvenes de ambos sexos. El tambor era un bidón de agua medio roto, de los que se usan para el combustible de los todoterrenos. Hacían sonar palos y un instrumento de una sola cuerda. Una noche maravillosa, amenazada apenas por el sonido de las hienas y por el temor a una picadura de mamba en plena noche.
- En Leer nos tocó dormir en cierta ocasión (ya sabes, nos dejaron tirados los UN) y un verdadero loco, un médico holandés de MSF que permanecía allí desde hacía meses sin permiso de las autoridades oficiales de Jartum tomando muestras para el Insttituto de Enfermedades Tropicales de Holanda Nos cedió una choza de barro para dormir en hamacas colgadas de pared a pared. Previamente jugamos ¡una partida de badmington! (tengo fotos de eso JJajajajaja) en plena selva: era el único asueto del médico, que vivía en un dispensario junto a dos enfermeras holandesas (una joven, guapísima, y otra muy mayor pero amable). Comimos con ellos tres una sopa de verduras. A la hora de dormir, en la choza, arañas negras y peludas del tamaño de un puño recorrían el techado de la choza. Me metí dentro de la mosquitera, recé cualquier cosa y logré dormirme con un calor espantoso y un miedo aún más espantoso.
Continuará… Por si vale de algo.>>
A esas alturas, Alberto y yo habíamos empezado a compartir algo más que experiencias atravesadas en la conciencia…
<<—– Original Message —–
From: «Alberto Rojas Blanco»
To: «J.M. Arenzana»
Sent: Sunday, December 26, 2010 3:20 PM
Subject: RE: Flashes sueltos
Joder, qué gran deuda estoy contrayendo contigo, amigo. Cuando todo esto acabe, me gustaría bajar desde Madrid, que nos conociéramos en persona y poder, al menos, invitarte a comer.
Toda esta información es clave para entender el contexto en el que nos movemos, incluidos los terribles flashes que te vienen a la memoria, imágenes con las que espero no convivir demasiado tiempo para no volverme loco. No sé si esa tierra es ahora como vosotros la conocísteis pero espero que haya cambiado en algo, que la paz les haya dado algo de prosperidad, aunque sea un hilo de esperanza. Voy a llevar a mi chica al aeropuerto (se me marcha de nuevo a París, así que me quedo otra vez de Rodríguez) y esta tarde te mando un correo sobre las conclusiones a las que he llegado viendo el documental y contrastándolo con el libro ‘Bang Bang Club’. Estoy de acuerdo con tus apreciaciones sobre el documental, pero me gustaría hacer un par de precisiones. Estoy ansioso por contarte más cosas.
Esta tarde te escribo.
Gracias por toda esta información.>>
Durante todo este tiempo, también habíamos revisado informes de la época de diferentes organismos y ONG’s, de modo que lo analizábamos casi todo al detalle, como lo muestra este otro intercambio de correos:
<<—– Original Message —–
From: «Alberto Rojas Blanco»
To: «J.M. Arenzana»
Sent: Sunday, January 23, 2011 11:58 PM
Subject: Ojo al capítulo dedicado a…
Ojo al capítulo dedicado a la toma de Ayod por parte del SPLA
Eso explica muchas cosas, amigo. Explica porqué vosotros ya no visteis el
edificio que aparece en las fotos de Carter. Por eso no te sonaba ningún compound de concreto o ladrillo. Arrasaron con todo y lo quemaron, incluidas a las personas que estaban dentro!! Página 161.
Lo mismo hicieron con la iglesia. 18 personas murieron allí. Estremecedor relato. Para no dormir.
Y es justo después de la llegada de Carter y del amigo Rob, aquel que ya nos
relató el infierno de refugiados llegando a la aldea sin nada que llevarse a la boca. En fin, misión cada vez más difícil. Si la niña sobrevivió a la hambruna, luego tuvo que sobrevivir a esto otro.
Cuando vosotros llegásteis a Ayod, puede que tuvieran la aldea medio reconstruida, y que incluso levantaran aquella empalizada que no veo en las fotos de Carter. El problema es que, para encontrar la zona de disparo de la foto, si lo quemaron todo, será muy difícil hallar referencias. Otra cosa son esos tanques oxidados que aparecen en una de ellas, con esas cabañas al fondo en la que aparecen dos niños bajo un árbol (presumiblemente bajo su sombra disparó Carter su famosa fotografía). Si nadie los ha movido y siguen allí, encontraré el lugar sin dificultad.
En fin, qué cosas se encuentra uno en Internet.>>
<<—–Mensaje original—–
De: J.M. Arenzana [mailto:jarenzana@telefonica.net]
Enviado el: lunes, 24 de enero de 2011 9:10
Para: Alberto Rojas Blanco
Asunto: Re: Ojo al capítulo dedicado a…
No, un momento. A mí no me sonaban los edificios de concreto porque
tenía confundidas las imágenes de ese día en mi memoria. Pero más tarde deduje, sin lugar a dudas, gracias a la camisa que llevaba en las fotos y al relato de mi primer reportaje, que las otras fotos en las que se veían edificios eran también de Ayod. Es decir, los habían reconstruido. De hecho, el lugar de la misa a la que asistí en Ayod, con tambores y muchas canciones y con unas bancadas de barro construidas en el interior para sentarse, era un edificio simple pero bastante nuevo, tipo nave industrial, con tejado a dos aguas de latón o algo así. El dispensario de ladrillo, por su parte, era un edificio más viejo y muy arañado: en la puerta de ese dispensario es donde estaba sentada la chica sin mandíbula inferior que tanto me impresionó.
Por lo demás, todo correcto. Será difícil que la niña haya sobrevivido. Eso ya lo sabíamos. Y si sobrevivió, aún será igual de difícil identificarla. Cierto. También lo sabíamos. En eso consiste el Premio Gordo. También sabemos que, de todos modos, toda esta historia en sí misma contiene una fuerza descomunal. Por eso no debes despegarte un milímetro de la foto. Es lo que debes aprovechar.
En el relato que me envías aparecen unos irlandeses de Concern. Me parece recordar que los mencioné en su momento (dudé si eran de Oxfam o de Concern). De hecho es de los que mejor memoria guardo en Loki porque eran con los que tomábamos cerveza por las noches. Ya sabes, los irlandeses tienen esa tendencia al cachondeo, a contar chistes, a beber cerveza y a tocas la guitarra que tenemos algunos españoles.
Muy interesante el relato de ese informe de HRW, según el cual vuelve a resultar creíble que Riek podría haber estado en los días de Carter en Ayod. ¡Quién sabe!
En las pags 170-172 se refleja muy bien el conflicto por el control militar de la zona. Yo, sin embargo, no tengo tan clara la diferencia tajante que se hace en el informe sobre el SPLA-Torit y el SPLA (U)-Nuer y Nasir. Para mí la diferencia básica no era tan clara entre ambos grupos tribales. Quiero decir que había Nuer en el bando de Garang y también Torit en el de Riek Machar, pero en fin, es posible que se hayan acogido a esa denominación para simplificar la definición y, en definitiva, puede que cada
tribu fuese mayoritaria en uno u otro grupo guerrillero. No obstante, conviene tener cuidado con esas cosas porque el mundo termina por entender que se trata de alguna clase de odio visceral y remoto entre tribus como el de hutus y tutsis. Y no es necesariamente así.
De todos modos, repasaré más despacio el texto porque sí recuerdo que Lafón había sido atacado e incendiado muy poco antes de que nosotros llegásemos al lugar. Puedo decirte que, en cualquier caso, incendiar esas chabolas no produce su completa desaparición, pues las paredes son de barro y diría que son fáciles de aprovechar los restos para su reconstrucción. Por tanto, cabe pensar que el feed-center y el núcleo principal del poblado de Ayod se reconstruyese sobre los mismos lugares, aunque bien se le podría haber añadido una empalizada nueva, etc.
Recuerda, eso sí, que el feed-center del que hablamos se encontraba muy cerca de la pista de aterrizaje y muy cerca es donde hizo Carter las fotos y donde Luis hizo las suyas. Una cosa más que tal vez no te comenté y que, siendo tu primer viaje a zona de conflicto, debes interiorizar. Es una precaución muy simple y que sirve para cualquier lugar del mundo: procura caminar siempre por aquellos lugares en los que veas senderos o marcas de paso habitual de vehículos y nativos; es decir, no te salgas de los senderos y lugares de paso (en la medida de lo posible) ni para mear (olvídate, siempre que puedas, de las cunetas). El problema se llama «minas antipersonas», una rifa muy estúpida que toca pocas veces, pero que puede resultar francamente inolvidable. (Un querido amigo, el fotógrafo Emilio Morenatti, de Jerez, es de los que ahora tiene cinco o seis piernas: una prótesis para esquiar, otra para hacer surf, otra para correr, etc. Y suerte tuvo, porque cuando estalló estaba a bordo de un vehículo militar en Afganistán y un colega suyo falleció en el acto. Y más suerte aún porque AP le cubrió ‘la restauración’ en uno de esos hospitales militares americanos mega especializados en estas cuestiones. Ahora le llaman, cariñosamente, el ‘Dr. Octopuss’).
Un abrazo.>>
Este boniato no pretende agotaros con los detalles y sabe que está exigiendo un esfuerzo de lectura poco común. No obstante, abusando de la generosidad del lector, procura no dejar cabos sueltos. El final anticipado lo encontraréis aquí, ahora mismo, pero aún nos quedará el desenlace FINAL en próximas entregas para conocer cómo lo narró el estupendo boniato Alberto Rojas. Allá vamos:
<< —– Original Message —–
From: Alberto Rojas Blanco
To: jarenzana@telefonica.net
Sent: Friday, February 11, 2011 6:43 PM
Subject: Saludos desde Ayod
Querido amigo, es a ti al que mando el primer correo desde aquí porque tu apoyo ha sido esencial para llegar. El lugar ya no registra esas hambrunas, pero sigue muy subdesarrollado. Soldados con AK47 por todos lados y una guerra en ciernes entre una facción de sublevados y el gobierno de Kiir. Te suena? Hoy, 15 muertos a dos horas de aquí. No lo busques porque nadie lo contará, y menos desde Juba. Por lo demás, te digo que no me ha costado demasiado reconocer los lugares de las fotos, te pongo varios ejemplos. Respecto a mi búsqueda, efectivamente estoy aliado con los dioses. El primer día fui a ver al alcalde, al commisioner, que reunió en su casa (rodeada por milicos) a los más viejos del lugar. Reconocieron a la mayoría, pero no a la niña. El alcalde me dijo, en su inglés africano, más imposible que el mio, que al día siguiente juntaría a varias mujeres, la verdadera memoria de la tribu, en su oficina, mujeres de varias aldeas de alrededor.
Hubo una que la reconoció, o para ser más exacto, lo reconoció. Sí, amigo Arenzana, es un niño, está vivo, se llama Kong Nyong y vive a media hora de aquí. Tengo hasta el vídeo grabado en la que lo reconoce (el traductor sudanés hablaba con ella viendo las fotos mientras yo grababa). Después, dos mujeres más de esa zona afirmaron que era él. Lo más curioso es que la primera lo soltó casi sin pensárselo, porque es un niño que llegó a Ayod a por comida desde su aldea.
Me dijo también dónde estaba el feed center junto a la antigua pista, el colegio… Ella era una de las locales que servían la leche a los niños, se llama Mary. El tema, y te parecerá infantil lo que voy a decirte, es que no sé muy bien qué grado de credibilidad tiene el asunto, hasta dónde debo mojarme, si sólo poner que unas mujeres de la aldea lo reconocen… Es como tener el premio gordo casi al alcance, y no saber si debo disfrutarlo . Creo que he sido honesto con mi trabajo, pero soy periodista, no científico, nunca podré probar al 100% lo que digo porque es imposible, sólo se que se le dio por muerto, que se linchó al mensajero con argumentos absurdos y que nadie volvió aquí a comprobarlo. Bien, aquí estoy, este es mi trabajo… En fin, amigo, espero tu respuesta, a ver qué te parece. >>
Ante aquellos datos, estallé de entusiasmo. Y le respondí…
<<De: J.M. Arenzana [jarenzana@telefonica.net]
Enviado el: viernes, 11 de febrero de 2011 23:45
Para: Alberto Rojas Blanco
Asunto: SE LLAMA KONG NYONG… ¡Y ESTÁ VIVO!
Joder, Alberto Rojas Blanco, recuérdame, por favor, cuando yo dirija el NYT, que te contrate y te ponga un sueldo de senior. ¡Bravo, amigo! ¡Ya lo tienes! ¡Es tuyo!
Atiende (es sólo un ejemplo): vemos la foto de Carter (a buen tamaño), al lado una imagen actual, más pequeña, de ese muchacho, y debajo un título con un buen cuerpo de letra que dice:
SE LLAMA KONG NYONG… ¡Y ESTÁ VIVO!
Sólo tienes que registrar a cuanta más gente mejor ofreciendo su testimonio. Registra también muchas imágenes de esas personas con la foto de Carter en sus manos (como la que ya tienes). Y, finalmente, recréate con ese muchacho. Hazle que cuente toda su vida, hasta donde guarde memoria y que refleje sus sueños, sus aspiraciones, lo que sabe de este mundo, lo que piensa de los suyos…
¡Lo tienes! Y, en cambio, te asalta una duda. Como si te avergonzaras o tuvieras que justificarte de algo. No. Hazme caso: sencillamente relata tu historia y no retoques ni un milímetro el relato. Cuenta lo que has ido a hacer allá y lo que has encontrado: ¡A un montón de gente que asegura que es él! ¿Te parece poco? ¿Qué más necesitas? El desenlace último que soñabas, la prueba definitiva, tal vez no existe ni es posible que exista. Ni siquiera Carter podría afrimar si es o no es. Piénsalo un momento: nadie puede asegurar que es él, tanto como nadie podrá asegurar que no lo es. Así pues, insisto, cuenta lo que has visto y lo que toda esa gente afirma. No necesitas apenas nada más.
Créeme si te digo que ésa fue la razón definitiva que me decidió a quedarme aquí. Lo sabíamos. Tú y yo lo sabíamos, pero el relato de la búsqueda, dijimos, merecía la pena. Tal vez no estaría viva esa criatura. Dudosamente habría podido sobrevivir. Aún más incierto sería encontrarla. Esa era tu búsqueda. Y esa búsqueda era tuya. Te correspondía a ti y ahora tienes el premio gordo entre las manos. En nada, o casi nada, te podría haber ayudado yo acompañándote a ese viaje. El mérito es tuyo. A nosotros nos correspondió otro gordo: el de lograr que nuestro hallazgo y nuestras reflexiones te animaran a ti a profundizar en ese asunto. Luis y yo hemos tardado casi 18 años en lograrlo. A ti, apenas te ha costado un par de meses obtener lo que buscabas.
Reflexiona un poco y procura no dejarte nada atrás, ningún cabo suelto, entrevista a cuanta gente puedas y habla con ese muchacho hasta que te eche de su lado. Tal vez no sepa nada de la foto, pero tampoco sabe nada del impacto de esa imagen a lo largo de estos años en casi el mundo entero. Un prodigio de desinformación en la era global. Una maravilla. Con menos de lo que tienes en tus manos escribió el cabronazo admirable de García Márquez el «Relato de un náufrago».
Siéntete feliz y apura el tiempo. Ve a por todas. No necesitas pruebas científicas, ni ADN. Eso déjalo para el CSI y los tribunales. Lo único que necesitas es un relato riguroso y bien contado. Eso se llama periodismo. Y no morirá nunca.
Un fuerte abrazo. Pepe.>>
Y, al día siguiente, llegaban nuevas noticias desde el culo del mundo. Desde Juba, el bueno de Alberto me transmitía cierta especie de desolación
<<—– Original Message —–
From: Alberto Rojas Blanco
To: J.M. Arenzana
Sent: Saturday, February 12, 2011 8:08 PM
Subject: RE: SE LLAMA KONG NYONG… ¡Y ESTÁ VIVO!
La peor de las noticias: la mujer que me contó aquello estaba en lo cierto, es una familia que no vive en Ayod, sino lejos de aquí, pero el niño murió a los 17 años de edad por las fiebres. Ella hacía años que no les veía. Su propio padre me lo ha contado todo hoy y, por supuesto, lo ha identificado en la foto. Además, en el momento de la foto ya estaba huérfano de madre y era su tía la que recorría kilómetros de distancia con él para recibir la comida. Y sobrevivió a la hambruna. En fin, que estoy con una desolación absoluta. Por supuesto, tengo foto del padre y vídeo (ahora hay que estar a todo) pero la cosa como que se me desinfla. En fin, lo contaré de todas formas. Mañana lo fotografiaré en el lugar de los buitres.>>
¡Vale! Ahora sí. Ya tenemos la historia casi al completo. Pero faltan la traca y la matraca. No os lo perdáis…
(To be continued)