Pepe Arenzana

Historias de un Boniato Mecánico (A Clockwork Sweet Potatoe's Stories)

El premio Nobel en su laberinto

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De dcha a izqda, el escritor cubano Norberto Fuentes, Carlos Herrera, este boniato y la hermana del escritor. (Foto: LUIS DAVILLA)

De dcha a izqda, el escritor cubano Norberto Fuentes, Carlos Herrera, este boniato y la hermana del escritor. (Foto: LUIS DAVILLA)

Viajé a Miami para entrevistar al gran Carlos Herrera en el mes de enero del año 2001, para el «Magazine» de El Mundo.

Se había trasladado a Florida, con su mujer y sus hijos, para vivir un año sabático alejado del país tras el atentado fallido de ETA que había sufrido en el mes de marzo del año anterior.

Recibió un paquete en la sede de RNE en Sevilla que contenía una caja de puros con 250 gramos de dinamita y un mecanismo de detonación que se activaría al penetrar la luz en su interior a través de unos agujeros practicados en dicha caja. Se encontraba en el ascensor del edificio cuando abrió dicho paquete. Por fortuna, el mecanismo falló y eso le salvó la vida.

A raíz de aquello, el ministro del Interior en funciones, Jaime Mayor Oreja, le sugirió alejarse de España una larga temporada. Por su parte, el presidente de Gobierno, José María Aznar, intentó convencerle in extremis de que se quedara.

Con tal motivo, mantuvieron una entrevista personal, pero Herrera prefirió atender los consejos de Mayor Oreja y, aprovechando que Telefónica Media (por entonces propietaria de Antena 3 TV y Onda Cero) le había hecho una oferta para cambiar de emisora, incluyendo un año sabático inicial, Herrera abandonó RNE y, poco después, España.

La proverbial hospitalidad de Carlos en aquellos días nos permitió descubrir algunos tugurios, que a buen seguro nos habrían pasado desapercibidos, donde surtirse de productos típicos españoles en el sur de EE.UU., desde aceites de oliva y salchichones a ventrescas y anchoas del Cantábrico.

Una noche, el fotógrafo Luis Davilla y este boniato le acompañamos, por sugerencia suya, a una cena que organizaba en un extraño y lujoso restaurante de la capital una asociación de empresarios españoles, en colaboración con el Consulado, en honor de la, por aquellos días, vicepresidenta del Gobierno andaluz y consejera de Economía Magdalena Álvarez.

Me permito dudar de la oficialidad de aquel acto, pues cuando aparecimos en el lugar, a la susodicha se le demudó la cara. Resultaba obvio que no esperaba (ni deseaba) encontrarse allí con nuestra presencia.

Quisieron invitarnos a la larga mesa de comensales, pero, tras los saludos un tanto forzados, preferimos esperar acodados en la barra, pues se trataba de un extraño local que combinaba cenas y copas con música de baile.

A la consejera socialista, que luego fue ministra de Fomento con Rodríguez Zapatero y hoy es vicepresidenta del Banco Europeo de Inversiones, imputada por la juez Mercedes Alaya en el escándalo político de los ERE, le dimos la nochecita. ¿Pretendía ocultarse de algo?

Otro día, Carlos, que sabía de mi admiración por un gigantesco periodista y escritor cubano llamado Norberto Fuentes, cuya obra yo había empezado a descubrir en mi primera visita a Cuba, allá por 1987, me sorprendió con una propuesta deliciosa.

Me comentó que alguien le había pasado el número de teléfono de Norberto, exiliado en Florida desde mediados de los 90 a raíz del fusilamiento de sus íntimos amigos Arnaldo Ochoa, Tony La Guardia et al. y de la condena a 20 años de prisión de Patricio La Guardia y el ex ministro de Interior José Abrantes, entre otros.



- ¿Te apetece que le llamemos?, me dijo.


- ¡Ufff! ¡Serás canalla! Nada me haría mayor ilusión…



Ese mismo día recogimos al autor de «Hemingway en Cuba», «Dulces guerreros cubanos» y «Autobiografía de Fidel» en su propia casa (junto con su hermana) y nos fuimos a almorzar a un mediano restaurante de Coral Gables.

Durante la comida, hablamos de Literatura y de política, sobre todo. Relató infinidad de cosas interesantes, propias de quien ha tenido una vida apasionante incrustado en la cúpula de mando de la tiranía cubana durante más de dos décadas. En La Habana, su vida era regalada, como la de los hijos favoritos de un sultán, pues formaba parte de un selecto grupo operativo capitaneado por el general Ochoa e integrado por los gemelos La Guardia y otros altos dirigentes de segundo nivel que pertenecían al cinturón más estrecho del poder castrista y, como tales, gozaban de toda clase de privilegios, desde lucir ostentosos Rolex y gafas Ray-Ban a disponer de las mejores casas de retiro, manjares o mujeres.

Todos ellos habían participado intensamente en la guerra de Angola y desarrollado muy diversas tareas dentro de los servicios especiales del castrismo.

Hacia los postres, Norberto, al que le hicieron la vista gorda en 1994 para que escapara de la isla tras la mediación de Gabriel García Márquez, nos contó que el Ministerio del Interior cubano (Minint) guarda en un sótano profundo y bien protegido del Palacio de la Revolución (en alguno de sus libros ha publicado los planos hasta de los pasillos para llegar al despacho de Fidel con la nada oculta intención de obligarles a remodelar el edificio una vez lo conociese la CIA) miles y miles de cintas de video con las grabaciones de los huéspedes de honor alojados en las llamadas ‘casas de protocolo’ durante los últimos 50 años. 

Aseveró que Fidel no es ‘voyeur’ y que no suele requerir que le muestren el contenido de esas cintas, pero las guarda como posible ‘garantía de silencio’. También, añadió, en esas cintas aparecen miles de personajes conocidos en situaciones harto comprometedoras. 

Uno de los más filmados en actitudes especialmente comprometidas, según dijo, era… Gabo, famoso mujeriego pese a su larga estabilidad matrimonial con Mercedes. Y añadió más: dijo que en esas filmaciones secretas el célebre colombiano, Premio Nobel de Literatura de 1982, aparecía no sólo con mujeres…

“Tanto dando como tomando…”, dijo.

– Así le tiene comprado su silencio ese cabrón. -sentenció.

(Para los buenos lectores que hayan llegado hasta aquí, añadimos, a modo de bonus-track, el texto principal de la entrevista con Carlos Herrera que publicamos en la revista «Magazine» del diario El Mundo ese mismo año. Consultar aquí)

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