Pepe Arenzana

Historias de un Boniato Mecánico (A Clockwork Sweet Potatoe's Stories)

El cegato pateando el avispero

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Foto: Luis Davilla

Foto: Luis Davilla

Será difícil que sepamos a ciencia cierta toda la verdad. Menos aún podremos adivinar lo que vaya a suceder, porque las cosas pueden variar a cada paso, pero, por intentar aclarar algunos conceptos sobre lo que vemos, escribo a fecha de hoy, septiembre de 2014, estas líneas que espero puedan servir para guiar a alguien en este aparente revolutum que a muchos les hace preguntarse qué hay detrás de todo ello si EE.UU., a diferencia de otras ocasiones, no actúa de manera contundente e inmediata. Veamos…

El ISIS está formado por extremistas suníes que se fueron reuniendo en los últimos tres años al calor de la guerra en Siria contra el régimen de Bashar el-Assad, de dominancia chiíta y al que apoya Irán.
Las estúpidas maniobras de las llamadas ‘primaveras árabes’ con el respaldo de Occidente, que comenzaron tras la visita histórica de Barack Hussein a El Cairo en junio de 2009, se prolongaron hasta Siria antes de que se viera con meridiana claridad que todas ellas (salvo, quizás, el caso singularísimo de Túnez) eran un fracaso estrepitoso: tras cada una de las revueltas, quienes llegaban al poder eran variantes caóticas de la facción ultrarradical de los Hermanos Musulmanes, dispuesta a instaurar la sharía, pero, sobre todo, que identificaban a EE.UU. como el gran Satán.
Es sumamente interesante leer ahora el discurso pronunciado por el muchacho Barack Hussein Obama en El Cairo para entender los despropósitos más o menos explícitos que conllevaban sus palabras. Casi se diría, en algunos retazos, que quien habla es un musulmán o ‘un amigo tan amigo’ del Islam que casi parece ciego o con un grado de estulticia del tamaño de la pirámide de Keops. Su análisis resulta a veces de un simplismo tan desolador que llega incluso a recordarle a su auditorio de la Universidad cairota de Al-Azhar cuál es la procedencia de su nombre de pila (por cierto, ¿hubo pila bautismal para Barack Hussein Obama?), así como para congraciarse con los turbantes. Francamente infantil y penoso…
(Los más interesados no deberían dejar de leer esto:
http://www.abc.es/20090604/internacional-africa/discurso-obama-cairo-nuevo-200906041436.html
Pero inmersos en esa marea de desestabilizaciones en cadena por el Medio Oriente que alguien diseñó y aconsejó desde Washington, la Administración Obama no vio o no quiso ver que todos esos procesos desembocarían en la instauración de fuerzas islamistas fanáticas cuyos intereses no se parecen en nada a los de otros aliados radicales de EE.UU, como Arabia Saudí, Qatar, Kuwait, Bahrein, Emiratos u Omán.
Estos seis países, por ejemplo, son más o menos rigoristas en su forma de entender el Islam, pero mantienen alianzas de interés con EE.UU., quien, a cambio del acceso a las fuentes energéticas, se encarga del suministro de Defensa y, llegado el caso, como en la invasión de Kuwait, se implica directamente en la protección de sus aliados estratégicos del Golfo.
No obstante, cuesta trabajo entender que los asesores estadounidenses pudieron haber llegado a convencerse de que los islamistas fanáticos de otros países, como Egipto, Libia, Siria, Irak o Yemén se comportarían, una vez instaurados, de manera tan ‘leal’ como lo hace la dinastía de los Al-Saud. No hay que descartarlo del todo, pues quizá lo esperaban sinceramente con una ingenuidad o una ceguera dignas de una alucinación o de un chutazo de LSD. Dicho sea de paso, todo esa extremada torpeza es la que le permite a la izquierda europea y a los analistas más conspiranoicos (véase Snowden, por ejemplo) defender que detrás de esos errores y de esa ceguera lo que hay es una perversa maniobra estadounidense para no se sabe muy bien qué, aunque terminan siempre por señalar como excusa suprema (a falta de otra mejor) la avaricia petrolífera, como si no hubiese una táctica menos sinuosa y menos peligrosa que les permitiese defender esos mismos intereses sin recurrir a movimientos tan escabrosos, torpes y arriesgados.
Claro que ese chutazo alucinógeno que les ha llevado en los últimos años a practicar tan equivocada estrategia tal vez se lo habían proporcionado a los asesores de la Casa Blanca las propias Universidades norteamericanas, que desde hace 20 años suman cada vez más financiación de las petromonarquías suníes del Golfo a cambio, sobre todo, de crear departamentos de Estudios Árabes, desde donde se difunden equívocas ideas sobre la verdadera y profunda naturaleza del Islam. ¿O acaso alguien puede pensar que regímenes tiránicos y ultrarrigoristas como los de Arabia, Qatar o Emiratos promoverán una idea medianamente realista y mesurada de la religión que practican?
El caso es que, una vez iniciada la guerra en Siria, varios países, entre ellos Qatar, Arabia Saudí y los EE.UU, alimentaron a los por entonces llamados rebeldes (suníes todos ellos) contra Assad, con la esperanza de que aquello desembocaría en otra de las ‘primaveras árabes’, al modo egipcio, con un proceso electoral, limpio o no, del que saldría un gobierno radical pero tan confiable como el saudí.
Sin embargo, en apenas unos meses, el frente de batalla se llenó de las facciones más radicales de suníes procedentes de Irak y Afganistán, países ambos de los que Obama había ordenado y confirmado repetidas veces la retirada cada vez más acelerada de sus tropas. Esta promesa estúpida de Obama se puede convertir muy pronto en su sudario y puede que le acredite como uno de los presidente más torpes en política exterior de todos los tiempos. A no ser, claro, que las apelaciones que hizo en El Cairo a su nombre de pila encierren algo más que no sabemos y que muchos grupos republicanos no dudan en afirmar de manera tajante: «Barack Hussein, a pesar de jurar su cargo sobre la Bibilia, es en realidad un musulmán encubierto que estaría practicando la ‘taqiyya’…» (Ver el significado del término ‘taqiyya’ en Wikipedia).

Foto: Luis Davilla

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Así pues, sea por la razón que fuere, una vez confirmadas las expectativas sobre la pronta retirada de tropas americanas y la liberación de los focos de conflicto más cruentos de Irak y Afganistán, y con el dinero y las armas llegando a espuertas al frente sirio, los muyahidines iraquíes, afganos y de cualquier nacionalidad, se desplazaron al frente de Siria e incluso se enfrentaron a los otros suníes ya en lucha arrebatándoles el liderazgo a los ‘rebeldes’ originarios a los que Occidente por entonces prefería calificar confusamente de «moderados».

Fue en ese punto exacto cuando Obama estuvo a punto de bombardear, a finales de 2013, a las tropas de Damasco bajo la excusa del empleo de armas químicas por parte de Bashar al-Assad, lo cual le habría regalado la victoria a los nuevos guerrilleros suníes. Dado que la Casa Blanca se echó atrás finalmente, con la evidencia ya muy clara de que quienes peleaban contra Assad no eran los ‘rebeldes’ del comienzo, la guerra se prolonga aún y la mayor parte del material suministrado anda ahora en manos de los nuevo muyahidines, quienes a su vez han aplastado casi por completo a sus presuntos (en realidad enemigos) correligionarios.
Es posible que durante algún tiempo, tanto EE.UU., como Qatar y Arabia Saudí hayan seguido financiando a esos relevistas, tal vez pensando que «daba lo mismo gato blanco que gato negro si cazaba ratones». Craso error, porque estos otros muyahidines pertenecen a facciones tan radicalmente anti saudíes, o quizás más, que la propia Al-Qaeda, cuyo líder, Osama Ben Laden, había proclamado en numerosas ocasiones la necesidad de liberar las ciudades santas de La Meca y Medina de las manos de la monarquía saudí.
Al mismo tiempo que ocurría todo esto, en Egipto, ante la deriva islamista de los Hermanos Musulmanes, el general Abdelfatah Al-Sisi se había visto obligado en julio de 2013 a dar un golpe de Estado para acabar con el Gobierno de Mohamed Mursi. Obama torció el gesto y aún sigue con los morros fruncidos de cabreo, como si no acabara de entender que los oficiales egipcios no están dispuestos a tragarse el sapo de acostumbrarse a vivir bajo la sharía después de décadas de supervivencia en una sociedad relativamente laica. Nueva ceguera, por tanto, de Barack Hussein, que está conduciendo a Egipto, incluso a su pesar, a los brazos de Putin en busca de apoyo armamentístico y alianzas de Defensa, justo en el momento en que el conflicto de Ucrania se encona y separa más y más a Putin de cualquier posible acuerdo apaciguador con Occidente.
No obstante, con el conflicto sirio más o menos estancado en un estado de guerra permanente y con los muyahidines iraquíes liberados de la pelea diaria contra los marines estadounidenses, que no han cesado de abandonar ese país, los fanáticos del ISIS iniciaron en primer lugar una confrontación abierta y de conquista en su propio suelo contra las tropas gubernamentales de Irak, llegando a proclamar este esperpéntico nuevo califato que ahora vemos.
Una vez vistas las capacidades de conquista, de provocación y de terror de dichas fuerzas, la Administración americana contempla en estado de parálisis cómo se le ha vuelto en contra su torpe estrategia convirtiendo la zona en un avispero peligroso lleno de venenos que podría alcanzar el rango de epidemia…
Tenemos, pues, que Irán apoya al régimen sirio y a los chiítas de Hizbuláh en el Líbano, antaño una fuerza terrorista dominante en su zona, y a la vez se ha declarado dispuesto a ayudar a la minoría kurda (suníes) de Irak en su lucha contra los fanáticos del ISIS.
Por su parte, EE.UU. y sus aliados del Golfo desearían acabar con los chiítas del régimen sirio, como era su proyecto original, y así debilitar la influencia de Irán en el Próximo y Medio Oriente. Para ello, como ya hemos visto, no dudaron en cebar a fuerzas incontrolables que aglutinaban a sectores muy diversos, entre los cuales, como era de esperar, han acabado imponiéndose las facciones más salvajes. También estarían dispuestos a apoyar a los kurdos del norte iraquí, a los cuales ya prestaron apoyo durante la guerra contra el régimen de Sadam Hussein.
Irán tratará de obtener ventajas estratégicas en esta lucha que le permitan luego intercambiarlas por concesiones de la comunidad internacional para continuar en su carrera por obtener la bomba atómica y pasar a engrosar así el club de países nucleares en la zona, junto a Pakistán, India e Israel.
Y en mitad de todo este corrimiento de fuerzas, irrumpe Hamás en la franja de Gaza, otra rama suní del radicalismo islámico, que no dudaría en hermanarse cuanto antes, si pudiera, con cualquier facción, sea del entorno de los Hermanos Musulmanes, del ISIS o del chiísmo iraní, y la emprende a gorrazos contra Israel para entretenerles ese frente a los fanáticos que luchan en el otro lado.

Foto: Luis Davilla

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En estos días, Barack Hussein parece no querer abandonar su propósito original de promover a rigoristas suníes manejables para toda la región, pero no encuentra salida al atolladero porque no comprende todavía (hace falta ser muy ciego o tener propósitos no confesados) que no todos los suníes están dispuestos a comportarse del modo que lo hacen los jerarcas saudíes. Es más, son muchos los suníes (además de los chiítas) deseosos de derribar a las petromonarquías del Golfo.

Barack Hussein tiene ahora que emprender alguna tarea para frenar el expansionismo del ISIS, dispuesto a hacerse con el control de todo Irak (incluidos sus pozos de petróleo) y, si es posible, de Siria. El problema es que los centros de poder del presunto Califato del ISIS están ubicados entre los combatientes de Siria y bombardear a éstos equivale a salvarle el culo a Bashar al-Assad en contra de los propósitos iniciales de la Casa Blanca. Las consecuencias del error de cálculo no pueden resultar más ridículas, pues ahora tenemos a Barack Hussein ante la disyuntiva de acudir indirectamente en apoyo del chiíta Assad o no hacer nada y dejar que el ISIS se expanda, tal vez incluso hasta Damasco. Y, en realidad, sin tropas sobre el terreno, será casi imposible frenar a esa gentuza, pues carecen de centros de poder visibles e identificados como ocurre en cualquier Estado medianamente normalizado, como por ejemplo era el caso del Irak de Sadam Hussein, con sus Ministerios en Bagdad, sus cuarteles, sus palacios, etc. ¿A quién bombardear con drones y cazas desde el aire?
Mientras gana algo de tiempo, Barack Hussein pide a Europa una alianza de países para hacer frente al ISIS, pero sin decir de qué modo y con qué medios piensa actuar. Demostrado queda de conflictos anteriores que EE.UU. no necesita de dicha alianza para emprender una tarea urgente e importante. Es más, sólo EE.UU. tiene la capacidad logística y militar para afrontar una situación bélica sostenida a tanta distancia. Ni siquiera Gran Bretaña sería capaz de mantener un puente militar de mediano tamaño y con plazos medios en un lugar tan lejano, así que Barack Hussein debe dejarse de palabrería barata de inmerecido Premio Nobel de la Paz y tiene que proceder a tomar decisiones, ya sea la de afrontar militarmente la situación o la de dejar que aquello se convierta en un polvorín que a corto plazo reventará en el corazón de Europa más tarde o más temprano.
El propio Rey de Arabia Saudí, con los huevos ya aproximádosele al turbante, ha pronosticado que en el plazo de un mes el terrorismo del ISIS podría comenzar a actuar en Europa. Y en dos meses, en América. Más allá de que el peligro será igual de cierto en su propia casa y es capaz de imaginarse a esas hordas entrando a saco en Riad. Hoy por hoy, y a pesar de los 4.840 cohetes lanzados por Hamás en 50 días sobre territorio israelí, puede que Israel sea uno de los pocos lugares seguros del mundo, aunque sólo sea por la decidida voluntad que ha mostrado para defenderse.
EE.UU., tal vez dejándose guiar por una lectura ingenua y torpe de sus aliados saudíes, ha generado una enfermedad que amenaza ya no sólo a sus fieles aliados en la zona, sino que incluso preocupa grandemente a Europa, abotargada a estas alturas por la inmigración y por los miembros de segunda y tercera generación que ponen toda clase de trabas al funcionamiento de las democracias mientras sus mujeres siguen pariendo y procreando a destajo musulmanes, que, en muchos casos, pasan a engrosar las filas de los ejércitos asesinos de cortadores de cabezas.
Barack Hussein parece no entender siquiera que la alianza con los saudíes y demás regímenes criminales del Golfo no debiera permitir a éstos continuar con su penetración financiera e institucional y con su avanzadilla propagandística en Occidente (Qatar Foundation, Fly Emirates…), a lo que se une, como ya se ha dicho, la desestabilizadora presión migratoria musulmana en Europa, con su segunda y tercera generación regresando en parte a los escenarios de conflicto para unirse a los más fanáticos o explotando al límite en sus países de residencia todas las contradicciones sociales que pueda permitirles un estado democrático.
O acaba de una maldita vez el mandato de este presidente cegato (y para esto falta aún más de un año) o estaremos todos bajo una seria e imparable amenaza que sólo su ‘torpeza buenista’, por no volver al resto de consideraciones ya señaladas, ha generado… En las películas de Hollywood, el Séptimo de Caballería solía llegar a tiempo, pero esto, lo crean o no, no es Hollywood, sino la más pura y cruda realidad… Oremos.

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