Pepe Arenzana

Historias de un Boniato Mecánico (A Clockwork Sweet Potatoe's Stories)

La hora de los escorpiones

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Llegó la hora de las decisiones coherentes. Sin emplastos bobalicones de pacifista de entreguerras, ni las habituales zarandajas pretendidamente intelectuales de quienes durante décadas negaron, disculparon o exculparon las atrocidades en la URSS a la vez que exhibían, como denunció Jean-François Revel, su antiamericanismo de garrafa (“La obsesión antiamericana”).

Llegó la hora, y con una unanimidad entre los franceses fuera de pronóstico, la intervención militar gala en Malí, liderada por su comandante en jefe, François Hollande, ha recuperado en un abrir y cerrar de ojos el control de las ciudades de Gao y Tombuctú, ésta última declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

En septiembre del año pasado, en estas mismas páginas de ABC, dijimos que era el momento de la prudencia -para no exacerbar la impudicia de los terroristas ni ampliar la catástrofe-, pero nunca del silencio. ‘El gran profeta’ galo, Jean Paul Sartre, ahíto de cinismo al final de sus días, reveló en una entrevista que, cuando constató los crímenes de Stalin, optó por no denunciarlo “para no decepcionar a los obreros”. Optó por el silencio cómplice e ignominioso.

Añadíamos entonces que bastaría un puñado de decisiones congruentes para enviar bajo las dunas del desierto a esa mala especie de ‘botellona pegatiros’ constituida por unos yihadistas asombrados ellos mismos de su asesina mala fe. Opinión compartida incluso por el eurodiputado Daniel Cohn-Bendit, el célebre “Danny el Rojo”, que ha apoyado con contundencia la intervención militar y ha reclamado la presencia de un contingente civil y militar no sólo francés, sino europeo.

Por desgracia, otra vez, Europa (también España) se ha limitado a taparse la nariz y a mirar para otro lado durante la primera etapa de la ocupación, y el Gobierno español, acosado por la economía y conocedor de las encuestas, se limitó al principio a negociar con ardides de ditero viejo el préstamo de un Hércules para el transporte de tropas. Poco más.

Por el contrario, los EE.UU. de Obama han preferido desde el inicio olvidar el juego sucio que el Estado francés les hizo ante el conflicto de Irak, cuando aquellos patriarcas del cinismo, hoy encausados por presunta corrupción, Jacques Chirac y Dominique de Villepin, se escondieron ante una guerra que afectaba por completo y de lleno a Occidente.

Esta vez nadie ha preguntado si el 70 por ciento del uranio de las centrales nucleares francesas procede del Sahel, y en buena parte de Malí, sino que el Séptimo de Caballería ha puesto al servicio de la aviación gala los gigantescos depósitos de combustible para el repostaje en vuelo de los Rafale, así como la inteligencia militar y hasta los drones no tripulados para evitarles mayores riesgos a sus seguros aliados…, salvo cuando gobiernan dos pillos en apuros.

Los yihadistas, carentes de imaginación excepto para el Mal, han hecho realidad la predicción y han huido hacia el desierto tras prenderle fuego a un legado cultural impagable, los manuscritos que se conservaban en la Biblioteca Ahmed Baba, cuyo nacimiento patrocinó la Unesco. Al menos una parte ha sido devorada por las llamas, aunque en el momento de redactar estas líneas las noticias son contradictorias y puede que el grueso de la biblioteca fuese escondido apenas entraron en la ciudad los yihadistas meses atrás.

A buen seguro, en esa estampida de la confusión algunos documentos valiosos aparecerán en el mercado negro y otros se habrán perdido para siempre. Asistimos, pues, en este instante, al nacimiento de una trágica leyenda, como corresponde a tan valioso tesoro, hundido y disperso en un océano de arena y confusión plagado de ‘piratas’ de muy diverso pelaje.

Nada sabemos de la colección Haidara, pero sí, al menos, nos llegan noticias de que el Fondo Kati, que se albergaba en el edificio construido con fondos de la Junta de Andalucía gracias al empeño del ex consejero andalucista Juan Ortega, está a buen recaudo, quizás en un país vecino, merced al esfuerzo y a los riesgos que ha corrido la familia que administra ese valioso legado.

El derribo de la puerta de la mezquita Sidi-Yahya, la dinamita en mausoleos y morabitos de los santones locales, la quema de manuscritos históricos, la amputación de manos o los fusilamientos y lapidaciones son apenas una pequeña muestra de la verdadera intención de esos salvajes, pues su auténtico objetivo era masacrar y enterrar para siempre la tolerancia que hizo posible la convivencia durante siglos en esa joya de la Humanidad llamada Tombuctú.

Se aproxima la hora de la política, cuando los militares acaben su tarea. Andalucía y España, tan ausentes en estos meses de oscurantismo, tienen la oportunidad de trabajar para que en ese rincón olvidado del planeta sus pobladores recuperen la conciencia de que su futuro pasa, como hace siglos, por enlazarse al resto del mundo. De poner los cimientos para que el Sáhara vuelva a ser el océano por el que navegó Ibn Battuta y no el abismo que separa dos mundos. De ayudar a proteger un patrimonio que, a orillas del Níger, hunde una parte esencial de sus raíces en las aguas de Al-Andalus, mientras los yihadistas rumian su próxima catástrofe entre los escorpiones del desierto inmenso.

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– José Luis Villar Iglesias. Lcdo. en Derecho y en Historia por la Universidad de Sevilla. Autor del trabajo de investigación «Al Andalus y las fuentes del oro».

 – Miguel Camacho. Lcdo. en Filosofía y Letras. Fue jefe de gabinete del consejero de Relaciones Institucionales del Gobierno andaluz. Es profesor de Instituto (Historia) en Sevilla.

– José Mª Arenzana. Periodista.

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